lunes, 31 de mayo de 2010


Era un día nublado, había un frio lunaticamente insaciable, Alexander recorria la cuidad regreso a casa, la voz del viento gritaba desesperadamente que aquella tarde no era segura, hace unos momentos había estado con su mejor amigo y aquella chica a la que el tanto añoraba en una tarde de diversión. sus pensamientos danzaban en torno a su sutil figura; pensaba mucho en ella, era como si al estar con ella su corazón palpitara tanto que porfin se atrevería a decirle lo que sentía por ella, sin embargo, algo dentro de su obscuro pasado en su banco de recuerdos le hacía callar y guardar ese sentimiento. Su mente divagaba en su notable belleza, lo cual provoco que no estuviera consiente sobre el camino aunque lo sabia de memoria infalible, aquella noche en especial, habría algo que cambiaria su ruta.. Mientras recorria los distintos callejones idolatrando a su musa de cabellos negros como la obscuridad y piel blanca cual pureza insaciable, no se percató de que algo le iba siguendo desde algunas calles atrás; de repente, algo provoco que su aliento se congelara y su cuerpo quedara en seco: le parecio escuchar la tenue voz de su amada; seducido por el acto, sin pensarlo más corrio a buscarla desesperadamente, había decidido a confesale todos sus sentimientos al verla. Cuando por fin encontro la fuente de tan delicado canto, cayo al piso de golpe. Ella era tan bella.. Tan perfecta.. Estaba consiente de que aquella docella de incomparable belleza no era su amada pero.. Había algo en ella que seducia su cordura. Despues de determinado tiempo de contemplar aquella diosa, ésta se le acerco tiernamente congelandole el aliento y dejandolo incapaz de moverse, sus sentidos estaban alerta, pero al mismo tiempo, incapaces de reaccionar razonablemente ante algún acto. Al día siguinte en quel callejón tan solo se pudieron ver tras rastros de sangre su cuerpo tendido esperando el regreso de su sublime amor..

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